martes, 18 de enero de 2011

La cara oculta de las "pinturas negras"

Un investigador descubre el estado original de la obra antes de su desastrosa restauración.

A los pocos años de que Goya finalizara las 14 Pinturas negras en la Quinta del Sordo, entre 1819 y 1824, el fotógrafo francés Juan Laurent pasó por allí y retrató el trabajo del aragonés, justo antes de que fueran arrancadas de sus paredes para conservarlas en un nuevo soporte, lienzo sobre bastidor. Lo que ha llegado a nuestros días no es más que una desastrosa restauración, revelada ahora gracias a una investigación digital sobre las placas fotográficas del francés, que afecta a las conclusiones sobre la última obra del maestro.
Carlos Foradada, pintor y profesor de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, ha trabajado sobre la digitalización de las placas que se han ido recuperando poco a poco desde 1985. El investigador ha esclarecido el contenido de aquellas placas de cristal, que se conservan en el Instituto del Patrimonio Cultural Nacional, en Madrid, y que nadie había ampliado y restaurado con las nuevas tecnologías de la imagen. El resultado: los originales de Goya poco tienen que ver con la restauración que hizo el conservador del Museo del Prado Salvador Martínez Cubells (1845-1914), a finales del siglo XIX.


El restaurador hizo retoques y repintes "desafortunados" en los originales.

La histórica falta de aportación de este país a la investigación y desarrollo cultural hizo que de las tres maneras que se podrían haber extraído estas maravillas de la pintura mural de sus paredes originales se eligiera la más barata y menos efectiva. El barón francés Émile d'Erlanger compró la Quinta del Sordo en 1873 para financiar, además, el despegue de las Pinturas negras con la intención de llevárselas a París. Pero mostró cinco de ellas y el impacto no debió de ser del agrado del mecenas, así que D'Erlanger donó, afortunadamente, las pinturas al Estado español en 1881.

El procedimiento de separación que se utilizó strappo no requiere grandes preparativos y, además, posibilita el arranque de grandes superficies de pintura de una vez.

Aun cuando se ejecute en las mejores condiciones, el strappo no logra nunca arrancar la capa pictórica en todo su espesor.
De esta manera, las obras llegaron al Prado en un estado muy perjudicado y aquel académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando hizo más de la cuenta, según las conclusiones de este estudio, con la maltrecha obra.

Martínez Cubells intervino sobre las aportaciones originales de Goya con retoques y repintes. No hay más que acudir a lo que dicen las fotografías de Laurent: las transformaciones más notables son las realizadas en Duelo a garrotazos.
La primera y más llamativa de todas es que Goya no pintó a los personajes de Duelo a garrotazos semienterrados, sino sobre la hierba que cubre parcialmente sus piernas.
El historiador Nigel Glendinning ya había destacado las variaciones de los originales con respecto a las pinturas del Prado, pero sólo había podido trabajar con reproducciones de unas copias de mala impresión. Aun así ya se observaban los desperfectos.

Sólo ahora podemos comprobar cómo, por ejemplo, la mirada que Goya ideó para Saturno.
Otra de las escenas que ha sufrido transformaciones fue El Perro semihundido. La prolongación del cuello ha sido eliminada, así como el lomo del animal, que Goya solventó con una pincelada leve. El resto del paisaje, formado por la montaña y el cielo extraordinariamente ampliados sobre la vertical, ha sido totalmente repintado. es otra a la que conocemos: la dibujada por el restaurador es incierta y dubitativa, la de Goya es sorprendida.
Los criterios actuales que rigen la Restauración han cambiado de manera radical en los últimos años. Ahora se prima sobre todo el respeto por la obra y su originalidad; La mínima intervención, y la prohibición de reinterpretar de forma subjetiva ningún tipo de información perdida, evita el poner en peligro la autenticidad de la obra.

El uso de técnicas y materiales estables física y químicamente, reversibles, compatibles y debidamente documentados o contrastados, con el fin de evitar reacciones futuras, garantiza el cumplimiento de los criterios y la conservación del bien.

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