jueves, 17 de noviembre de 2011

EL LIBRO Y SUS ANTEPASADOS II: EL PAPIRO EN EGIPTO

En Egipto las letras alcanzaron un desarrollo y valor considerable, no sólo en el campo religioso sino también en el científico y literario. El soporte de esa escritura fue la planta de papiro que crecía en el valle del Nilo. El Cyperus papyrus, de la familia de las ciparáceas, esta planta esta considerada como una de las mas antiguas, y es muy importante en la historia del libro.

Los antiguos egipcios, gracias a su nivel de cultura y civilización, descubrieron muy pronto los méritos de tal arbusto y lo utilizaron para necesidades cotidianas casi durante cuatro mil años. La utilización más importante del papiro en Egipto fue la de ser soporte de escritura. La fabricación de este soporte se realizaba cortando solamente el tallo, se introducía primero en agua, después se le quitaba la corteza verde y se cortaba en tiras de 25 mm de ancho. Las tiras obtenidas se extendían en una superficie plana y se mojaban con agua del Nilo, sobre esta capa se ponía otra en sentido transversal y uniéndolas mediante presión se dejaban secar al sol. Se obtenía así una hoja compacta que se aplanaba con un martillo, se pulía y alisaba con un instrumento de marfil, después se cortaba para obtener hojas de un mismo formato, finalmente las hojas se envolvían con forma de rollo y algunos se comercializaban.

La tonalidad más blanca y delgada de los rollos estaba destinada a la escritura de los libros sagrados y la tonalidad más oscura a los de tipo ordinario. El "libro" egipcio tenia forma de rollo formado generalmente por hojas enrolladas alrededor de una varilla de madera, hueso o marfil.

La escritura se trazaba paralelamente a las fibras horizontales por lo general solo en una de las caras de la hoja, formando columnas. Las columnas se llamaban paginae y también schedae, la primera hoja se conocía como "protocollo", la ultima por "excatocollo".

La longitud del rollo variaba según la necesidad, la escritura utilizada en los papiros no era igual a la de los jeroglíficos de las inscripciones, sino que más bien presentaba una forma más rápida y fácil de comprender, se llamaba hierática (sacerdotal). Solo en épocas sucesivas se utilizó una escritura más cursiva llamada demótica (popular). Para escribir, los escribas egipcios utilizaban una varilla de bambú cortada transversalmente que, girada en diferentes sentidos, podía formar trazos gruesos o finos.

La tinta se preparaba con hollín o carbón vegetal, extraído de los utensilios de cocina y tratado con una ligera solución de cola. La tinta roja se utilizaba para los títulos y los comienzos de capítulo.

El rollo de papiro se conservaba en una especie de recipiente de madera o de arcilla. La mayor parte de los papiros se han conservado gracias a la costumbre religiosa según la cual tenían que depositarse en la tumba. Los así llamados "libros de los muertos".

Estos libros eran rollos de papiro realizados por sacerdotes que los hacían dejando en blanco solo el nombre del fallecido y los adornaban con dibujos más o menos elaborados según la categoría del destinatario, también se encargaban de su venta siendo esta la única forma de comercio de libros conocida en el antiguo Egipto. Por otro lado las bibliotecas egipcias estaban asociadas a los templos.

Libro de los muertos, Hunefer

lunes, 7 de noviembre de 2011

OBRA DE NOVIEMBRE: EL CANTAR DE MIO CID Y SU ESTADO

El ‘Cantar de Mío Cid’ es un cantar de gesta que se recitaba en público hasta que alguien lo pasó a papel. El poema relata las hazañas y la ascensión política y social de un infanzón (la clase más baja entre los caballeros) del siglo XI: Rodrigo Díaz de Vivar, apodado el Cid Campeador.

El Cid es un personaje fundamental en la historia de la Reconquista y la unión de los reinos de Castilla y León.

El cantar es peculiar porque habla de la familia del personaje principal, lo que no es habitual en el género, aunque cambia los nombres de algunas personas, el orden de las batallas y otros detalles.

Desde el punto de vista literario, éste es uno de los grandes poemas épicos de toda Europa, junto a la Chanson de Roland francesa.

En 1207 el clérigo español Per Abbat lo copió en un pergamino de piel de cabra. Éste ejemplar se conserva en la Biblioteca Nacional, desde que fuera comprado el 20 de diciembre de 1960, pero a lo largo de su historia a pasado por diversas manos. En el siglo XVI se guardaba en el Archivo del Concejo de Vivar. Después se sabe que estuvo en un convento de monjas del mismo pueblo. En 1596 Ruiz de Ulibarri realizó una copia manuscrita. Eugenio de Llaguno y Amírola, secretario del Consejo de Estado, lo sacó de allí en 1779 para que lo publicase Tomás Antonio Sánchez. Cuando se terminó la edición, el señor Llaguno lo retuvo en su poder. Más tarde pasó a sus herederos. Después a Pascual de Gayangos y durante ese tiempo, hacia 1858, lo vio y consultó Damas-Hinard. A continuación fue enviado a Boston para que lo viera Ticknor. En 1863 ya lo poseía el primer marqués de Pidal (por compra) y estando en su poder lo estudió Florencio Janer. Finalmente lo heredó Alejandro Pidal y en su casa lo estudiaron Vollmöller, Baist, Huntington y Ramón Menéndez Pidal.

Se trata de un tomo de 74 hojas de pergamino grueso, al que le faltan tres, una al inicio y dos entre las hojas 47, 48 y 69, 70. Otras 2 hojas le sirven de guardas. El manuscrito es un texto seguido sin separación en cantares, ni espacio entre los versos, los cuales se inician siempre con letra mayúscula. Las hojas están repartidas en 11 cuadernos; al primero le falta la primera hoja; al séptimo le falta otra, lo mismo que al décimo.

En muchas de sus hojas hay manchas de color pardo oscuro, debidas a los reactivos utilizados para avivar el texto empalidecido ya desde el siglo XVI. Ácido gálico, yesos, sales de cobre e incluso el cianuro en el siglo XIX, son algunos de los productos que se han aplicado al manuscrito.

El ennegrecimiento que ha generado con el paso del tiempo hace que algunas zonas de texto queden ocultas.

El número de pasajes absolutamente ilegibles no es demasiado alto y en tales casos, además de la edición paleográfica de Menéndez Pidal, existe como instrumento de control la copia de Ulibarri del siglo XVI.



La encuadernación del tomo es del siglo XV. Las cubiertas tienen alma de madera y están cubiertas por piel de badana, con orlas estampadas. Quedan restos de dos manecillas de cierre.

La letra del manuscrito es clara y cada verso empieza con mayúscula. De vez en cuando hay letra capital.

En el folio 74 por el recto se puede leer «Quien escrivió este libro de Dios paraíso, amen / Per Abbat le escrivió en el mes de mayo en era de mil e. CC XLV años»

Este colofón refleja la costumbre de los amanuenses medievales, que cuando finalizaban su labor de transcribir el texto, añadían su nombre y la fecha en que terminaban su trabajo.

El autor de la obra en sí debió ser una persona culta, que debió trabajar para alguna cancillería o al menos como notario de algún noble o monasterio, puesto que conoce el lenguaje jurídico y administrativo de fines del siglo XII y principios del XIII con precisión. Podría estar relacionado (por su conocimiento de la microtoponimia) con la zona aledaña a Burgos, Medinaceli (actual Soria), la zona fronteriza de Castilla con Aragón, la Alcarria o el valle del Jalón.

Para profundizar en su datación el hecho de que Medinaceli aparezca como plaza definitivamente castellana, y no como ciudad fronteriza en litigio entre varios reinos fronterizos, solo puede remitir a la segunda mitad del siglo XII, ya que anteriormente era aragonesa. Lo que aparece relacionado con el derecho y la descripción de las corte remite al «
riepto» o juicio con combate singular, institución influida por el derecho romano, y sólo introducida en España a fines del siglo XII. Desde el punto de vista del léxico utilizado, términos como «fijodalgo» (hidalgo) remite a 1177, y el de «ricohombre» a 1194.

Puedes consultar el original en: 
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/cantar-de-mio-cid-manuscrito-el-manuscrito-de-per-abbat--0/html/