sábado, 3 de diciembre de 2011

ESPECIAL DICIEMBRE: CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DE MADINAT AL-ZAHRA

Madinat al-Zahra es considerada como uno de los principales yacimientos arqueológicos a nivel nacional y europeo de época medieval, tanto por su extensión, 112 hectáreas, como por su trascendencia histórica, capital política y administrativa de al-Andalus durante buena parte del siglo X, y máximo ejemplo de la plasmación material de la presencia musulmana en la Península Ibérica y del alto nivel cultural alcanzado por ésta.

Así el impresionante despliegue de la nueva capital de los Omeya de Occidente, todavía hoy, nos sobrecoge y nos asombra a medida que la investigación arqueológica avanza con el objetivo de conocer y valorar en su justa medida esta compleja ciudad cargada de un fuerte valor simbólico, escenario político del nuevo régimen califal instaurado por Abd al-Rahman III.


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A diferencia de otros grandes yacimientos de nuestro país, la identificación de Madinat al-Zahra y el inicio de su investigación y recuperación son muy recientes. En 1911 se realizan las primeras excavaciones, que han continuado a lo largo del siglo XX con las interrupciones producidas durante la guerra civil y el inicio del proceso de transferencias autonómicas.

En ese largo y fructífero periodo, y especialmente bajo la dirección del arquitecto Félix Hernández, se excavó la parte central del alcázar, con una superficie de unas 10,5 ha., y se definieron las líneas básicas del urbanismo del palacio acometiendo, además, importantes restauraciones como la del Salón de Abd al-Rahman III. En 1985 Madinat al-Zahra pasó a depender de la Junta de Andalucía, que dotó al yacimiento de una figura institucional para su tutela, el Conjunto Arqueológico, y de nuevos instrumentos de protección y gestión. Una amplia colección de materiales se custodia en el Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba.

Lo actualmente excavado constituye sólo una décima parte de la extensión total de la ciudad intramuros, correspondiendo al sector central del Alcázar, que aparece dividido en dos grandes ámbitos urbanos: uno público y “administrativo” al este, donde se ubican los edificios de gobierno y representación, y otro privado al oeste, donde se emplazan las viviendas de la población más importante del palacio.

Historia

La autoproclamación como califa de Abd al-Rahman III en el año 929 supuso la adopción de un conjunto de medidas políticas, económicas y urbanísticas destinadas a consolidar el poder del nuevo régimen. La construcción de una nueva ciudad, Madinat al-Zahra, como residencia personal del ahora califa y sede de los órganos de la administración del nuevo Estado Califal, hasta entonces instalados en el antiguo Alcázar de Córdoba, fue sin duda, la más ambiciosa de sus actuaciones y la que tuvo mayor alcance y repercusión. Con esta fundación, iniciada entre los años 936 y 940, Abd al-Rahman III (912-961) asumía también una práctica habitual en el mundo islámico oriental: la construcción por parte del califa de un nuevo núcleo urbano, adecuado a su recién estrenada dignidad y estatus, como parte de un cuidado programa de propaganda y representación.





En este sentido, las causas reales que justificaron el gran proyecto urbanístico de esta ciudad nada tienen que ver con el capricho personal del califa, y menos aún con la versión aportada por Ibn-Arabi, compilada por al-Makkari, autor magrebí del siglo XVII, que justifica la fundación de Madinat al-Zahra como muestra del amor que sentía el califa por una de sus favoritas.

La ciudad, de forma casi rectangular y de 112 hectáreas de superficie (1500 metros de largo por 750 m de ancho), fue diseñada como un completo centro urbano emplazado al oeste de Córdoba, al pie de las últimas estribaciones de Sierra Morena, en un lugar dotado de un gran valor paisajístico.



La adaptación a esta topografía de pie de sierra determinó la disposición aterrazada de sus edificaciones.

En las terrazas superiores se encuentra el Alcázar, es decir, el palacio, en una posición preeminente sobre la terraza inferior, ocupada por el caserío urbano, aún sin excavar, y la Mezquita Aljama.


La implantación de Madinat al-Zahra en el territorio precisó de la creación de una compleja infraestructura viaria, hidráulica y de abastecimiento de materias primas constructivas, perceptible aún hoy en los restos de caminos, puentes, acueductos y cancerasen el entorno próximo, que nos ofrecen la imagen de una ciudad claramente autónoma, en su funcionamiento, respecto de la metrópoli cordobesa.



Los textos medievales árabes nos transmiten el asombro y la admiración que la ciudad causaba entre quienes la contemplaron en su época de esplendor. Su existencia, sin embargo, fue muy breve: a la intensa actividad constructiva desplegada durante los reinados de Abd al-Rahman III (terminación de la mezquita Aljama en el año 941, traslado de la Ceca en 947-948, impulso oficial de la edificación privada y doblamiento de la ciudad…) y al-Hakam II (961-976), sobrevino una decadencia casi inmediata con el reinado de Hisam II (976-1009), iniciándose su destrucción, entre los años 1010 y 1013, como consecuencia de las luchas internas que provocaron la caída del califato Omeya de Occidente y la desmembración de al-Andalus en numerosos reinos taifas.

Desde esta fecha Madinat al-Zahra fue sometida al saqueo sistemático de sus materiales de construcción, que se prolongó durante toda la Edad Media y Moderna. Olvidada durante siglos, sus restos pasaron a ser conocidos con el nombre de “Córdoba la Vieja”. En 1911, con las primeras excavaciones se produjo su descubrimiento.


Uno de los elementos más representativos de Madinat al-Zahra, tanto por su alto nivel artístico como por su extensión, lo constituye la decoración arquitectónica realizada en bajorrelieve, donde se representan motivos vegetales, geométricos y epigráficos. Esta decoración se labró sobre placas de piedra caliza de varios centímetros de grosor que se adherían, a modo de forro, a las paredes interiores y exteriores de los edificios más importantes como se observa en el “Salón de Abd al-Rahman III”.



Las decoraciones de estas paredes forman complejas composiciones que se adaptan perfectamente a la configuración propia de cada uno de los espacios: puertas con arcos de herradura, arcos ciegos o sustentados por columnas, o alacenas abiertas en los muros. Entre los motivos más representados destacan los vegetales, denominados propiamente atauriques: hojas de forma acorazonada con cientos de variantes, acantos, palmeras, piñas, etc.; y entre los motivos geométricos, esvásticas, meandros y dameros. Estos motivos decorativos aparecen también sobre otros soportes como las cerámicas, las telas suntuarias o los botes de marfil




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